Ahí estaba ese fulano con una barba bien extraña para la época en que vivimos. Se sentó al lado mío en el metro. Dijo llamarse,...creo que Karl. Inmediatamente me dí cuenta que era un incomprendido de la vida. Uno de esos poetas sin rumbo.
Creo que le caí bien. Al despedirnos me regaló unos libros bien pesados titulados "El Capital"
Al llegar a casa los tiré al tarro de la basura. Y la verdad es que no los entendí mucho cuando traté de leerlos. Muy a mi pesar.