Me he sometido en estos días a una cirugía demoníaca del alma o de la esencia. Pero algo no salió bien. No pude separar los fantasmas del espíritu. Ahora tendré que empezar todo de nuevo. Bueno, no es que tenga gran importancia, ha sido parte de la historia de mi vida.
Estaré recorriendo desnudo algunas ciudades y plazas con pedazos de carne y pescado colgados de mi cuello. Y estaré gritando: "¡Aquí teneís a la criatura más vil!"
(Nota: posiblemente utilice algunas cabezas del tiburón martillo. Respecto a la carne me decidiré por dos kilos de solomo y algunas costillitas de res)
(2da Nota: La idea de esta admirable histeria es de Angela de Foligno quien murió un 4 de enero)
Pensé que podía cambiar. Ser igual que todos. Reirme de los mismos chistes. Compartir las novelas de televisión. Oir la música que todos oyen. Hablar de lo que todos hablan. Comer lo mismo de todos. La misma religión.
Pero no. No.
Creo que soy un tipo muy raro.
Creo que pertenezco a otro mundo y por algún error, un grave error, me pusieron, por aquí.
No oigo la música que todos oyen. No hablo de lo que todos hablan. No comparto las telenovelas de televisión. No me gustan los chistes racistas, ni sexuales, ni donde se degrada a la mujer etc. En líneas generales no comulgo con lo que comulga la mayoría de la gente. Y eso me trae problemas.
Sí. Soy un tipo raro en definitiva. El problema es que no tengo donde ir.
Creo que mi hogar esta muy lejos, muy lejos